lunes, octubre 31, 2005

Luz-ciana, cuentos, vino, salsa... en ese orden


La joya del Pacífico, el Valparaíso de mi amor, me recibió el sábado con los cerros bañados por el sol de mediodía, los ascensores recorriendo incansables los mismos rieles y los gatos gordos de siempre recorriendo felices las millones de escaleras de la ciudad. Visita a Luz-ciana y sus grandes ojos verdes. Después, tres funciones de cuentos: una para niños, otra para adultos (sábado) y una familiar (domingo). Cada una con un ritmo distinto, pero con la misma pureza. Mucha belleza en los ojos de los narradores, mucho entusiasmo en la producción. La narración oral en Chile es un niño que no quiere crecer, pero no soy capaz de decir si esto será bueno o malo. Después de la última función fue el verdadero encuentro, ése que se produce vino de por medio, con los ojos en los ojos y las bocas contando las historias propias. Amo esta intimidad que se produce entre los cuentacuentos. Tenemos el oído y la intuición entrenados para descubrir al otro a través de lo que narra y estoy feliz de escuchar lo que estos palabreros han visto en mi. Parece que ha llegado la calma después de la tormenta.

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