Como buena mujer católica llevo en la espalda una mochila llena de culpas. Como católica me arrepiento de todo lo que hago y como mujer me arrepiento de todo lo que dejo de hacer. De manera que, por acción u omisión, alguna piedra irá a instalarse dentro de mi mochila. Mi único consuelo es que, cada vez, hago lo mejor que puedo dentro de las circunstancias. El asunto es que después, pensadas un poco más las cosas y con más años encima, me doy cuenta de que lo mejor que podía hacer en ese momento no era lo mejor que se podía hacer. Es entonces cuando la piedra, de tamaño promedio, comienza a hacerse más grande, más pesada y eleva su temperatura hasta cambiar de color piedra a rojo candente. Quiere decir que es momento de sacarla, de tomarla, ampollarse las manos, quemarse, levantar el peso insoportable y tirarla lejos. Es el caso, acabo de salir de la "crisis I". Tengo las manos llenas de heridas, la espalda dolorida por el peso del que me acabo de liberar y la conciencia mucho más tranquila.
Que descanse en paz la Diosa de la Luna, Precursora de las Brujas, Madre del Sol. Que sepa que la recuerdo con amor de hija, que me arrepiento de no haber compartido una última sonrisa, que me duele su ausencia y que siempre estaré agradecida por haberla conocido.
1 comentario:
te falto decir que aunque queden las cicatrices de las ampollas hay que pulverizar a esa piedra para que nadie se vuelva a tropezar con ella (sentido figurado)asi los males a posteriori son menores por que la piedra no piensa y no se da cuenta que hace daño al suelo cuando rueda
Publicar un comentario