miércoles, septiembre 20, 2006

De dragones

Smaug tenía una sólida y valiosa protección en el vientre. Miles de piedras preciosas, monedas de oro y hermosas joyas estaban adheridas a el protegiéndole de lanzas y flechas.
Yo, en cambio, no tengo mayores riquezas. Lo poco que tengo lo llevo dentro y, lejos de protegerme, me hace más vulnerable.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

y vive la fragancia de la tierra
en tu naturaleza cristalina....

en tu pecho llevas muchos cariños, que son mas valiosas y eres una joya que esta en muchos pechos...

Muchos cariños

Tecnorrante dijo...

Pero igualito lo mataron, al dragoncito, digo. Eso me acuerda de un tío que sólo comía pescado y hacía dos kilometros de trote diarios e igual murió de un infarto.

¿Que tiene que ver eso con lo otro? Ni idea, pero se me ocurrió con el cuento del dragoncete y aprovecho y te lo cuento y te mando saludos y un abrazo grandote.

Laura dijo...

A veces el que más asme sus fragilidades, menos se resiente por lo que en ellas hagan aquellso que sin querer, o queriendo, las maltratan...

Además, según recuerdo, alguien me dijo que era bueno " tener un sistema de alarmas y respetarlo". Si te advierte de cosas, por locas que parezcan, hazles caso, esas señales son mcho más fuertes que la lógica...

Lindo leerte, luz sin aramdura, sin piedras ni nada que te ate. Creo qu epor eso, eres como eres! ;)

Laura dijo...

el teclado no marcó bien y yo no revisé conscienzudamente: "asume" y no "asme" ;)

Anónimo dijo...

Esto es una historia que encontre por ahi..espero que te sirva para algo que encuentres por ahi..

Yo nací en una casa de lo más multicolor. Y no, no me refiero a las
>>paredes. Esas eran blancas, como las de cualquier casa de Puerto Cabello
>>en los setenta. Mi casa era multicolor por dentro. Y es que mi mamá es de
>>piel tan clara, que sus hermanos la bautizaron "rana platanera". Y mi papá
>>era de un trigueño agresivo, con bigote de charro, sonrisa de Gardel y
>>cabello ensortijado, estirado a juro con brillantina. La vejez lo ha
>>desteñido, a mi papá. Como si la melanina se acabara con el tiempo. Como
>>si los añosfueran de lejía.
>>
>>
>>De esa mezcla emulsionada salimos nosotros, cinco hermanos de lo
>>másvariopintos. Mi hermano mayor, vaya usted a saber por qué, parece
>>árabe. Ojos penetrantes, nariz aguileña, frente amplia y cabello rizado
>>(cuando
>>existía, pues ahora ostenta una calvicie de lo más atractiva). Le sigue
>>unahermana preciosa, nariz perfilada, pecas, ojos inmensos, sonrisa
>>comomandada a hacer. Castaña clara y de cabello cenizo. Se ayuda con
>>Kolestone,vamos a estar claros. Pero le queda de un bien que parece que
>>hubiera nacido así. Al tercero, extrañamente, le decían "el catire". Nunca
>>entendípor qué, con ese cabello de pinchos rebeldes que crece hacia
>>arriba. Eso sí, tan rana platanera como la madre. Yo soy trigueña como mi
>>padre, y mi nariz delata algún ancestro africano por ahí. Y mi hermana
>>menor es pecosa y achinada, como si en algún momento los genes se hubieran
>>vuelto locos y por generación espontánea hubieran creado una sucursal
>>asiática en la casa. Así, los almuerzos en mi casa parecían más una
>>convención de las naciones unidas que otra cosa. Claro que yo jamás me di
>>cuenta de eso. Para mí eran almuerzos, punto. Con el olor inenarrable de
>>las caraotas negras de mi mamá
>>y las tajadas de plátano frito que se hacían por kilos.
>>
>>
>>De chiquita nunca entendí por qué en el colegio de monjas un día una
>>niñita me preguntó si mi papá era el chofer. Tampoco supe por qué no lo
>>habían dejado entrar a cierto local nocturno muy de moda en los ochenta.
>>Yo jamás me fijé en los colores de mi familia. Mi papá, mi mamá y mis
>>hermanos, siempre fueron exactamente eso: mi papá, mi mamá y mis hermanos.
>>
>>
>>Cuando yo era chiquita pensaba que los colores los tenían las cosas, no la
>>gente. No entendía por qué a algunos les decían negros si yo los veía
>>marrones, y a otros les decían blancos si yo los veía como anaranjado
>>claro tirando a rosa pálido. Y menos aún entendía por qué aparentemente y
>>para muchos adultos, era mejor ser "blanco" que "negro". Una vez mi papá
>>se comió un semáforo y alguien le gritó: "¡negro tenías que ser!". Yo
>>me quedé estupefacta al descubrir que los "blancos" jamás se comían los
>>semáforos. Así las cosas, comenzó en mi adolescencia una suerte de
>>fascinación por aquello de los colores de la gente, las etnias, las razas
>>y esos
>>asuntos que parecían importar tanto a la humanidad. Tanto, que hasta
>>guerras entre países generaba. Tanto, que se mataba la gente por asuntos
>>de piel. De genes. De células. De melanina.
>>
>>
>>Yo buscando vivencias reales, y con lo enamorada que soy, tuve
>>noviosmarrones, rosados, amarillos y uno hasta medio verdoso. Me casé con
>>un italiano y tuve una hija que parece una actriz de Zefirelli. Y
>>finalmente
>>me enamoré hasta los huesos y me casé otra vez. Con un marrón. Un marrón
>>de esos que la gente llama "negro". Una tía abuela me dijo cuando me casé:
>>"ni se te ocurra tener hijos con ese hombre, porque te van a salir
>>negritos". A mí no me cabía en la cabeza que a estas alturas de la
>>historia universal, alguien pudiera hacer un comentario como ese. Pero mi
>>tía tiene 84 años, y uno, a la gente de 84 años, le perdona todo. Hasta el
>>racismo.
>>
>>
>>Como soy bien terca salí embarazada de mi esposo marrón. El embarazo fue
>>una montaña rusa total, así que cuando nació mi hijo, sano, con diez
>>deditos en las manos y diez en los pies, un par de ojos, orejas, boca,
>>nariz y gritos, yo estallaba de felicidad. Y cuando uno estalla de
>>felicidad, no escucha nada. Pero resulta que han pasado cinco meses, y
>>aunque sigo felicísima, se me ha ido pasando la sordera. Y como soy tan
>>bruta, no termino de entender cómo es que tanta gente, que no solo mi tía
>>la de 84, me pregunta "¿y de qué color es el niño?". Sí, sí, así mismo.
>>"¿De qué color es?". Les importa muchísimo ese detalle a algunos. Tal vez
>>a demasiados. Una amiga de España. Una antigua vecina. Una ex compañera de
>>colegio. Una gente cualquiera que no tiene 84 años. Una gente que, que yo
>>sepa, no pertenece al partido Neo Nazi, ni milita en el Ku Klux Klan, ni
>>es aria, ni tiene esvásticas en la ropa. Una gente que se ofende si uno
>>les dice racista. Llegan así,
>>llaman, escriben. Y lo primero que preguntan, antes de esas típicas
>>preguntas de viejita ("¿Cuánto pesó?" "¿Cuánto midió?" "¿Lloró mucho?"),
>>es "¿y de qué color es?".
>>
>>
>>Y la verdad, lo confieso, a riesgo de quedar como una madre
>>desnaturalizada, es que yo no me había fijado de qué color era mi hijo.
>>Porque cuando nació mi hija la italianita nadie me preguntó eso. Entonces
>>no pensé que era tan importante saberse el color del hijo. Yo me sabía la
>>fecha de su primera sonrisa. Me sabía cuándo se le puso la triple, cuándo
>>comió papilla por primera vez. Sabía que tenía tres tipos de llanto (uno
>>de hambre, uno de sueño y uno de ñonguera). Sabía que por las noches le
>>gustaba quedarse dormida en mi pecho. Cosas, pues,
>>intrascendentes. Igual con mi bebé. Ya me sé sus ojos de memoria, por
>>ejemplo. A veces están a media asta y es que tiene sueño, pero lucha
>>porque no quiere perderse nada. Me sé sus saltos cuando quiere que lo
>>cargue. La temperatura de su piel, el olor de su nuca.
>>
>>
>>Pero el domingo pasado me encontré a una ex compañera de trabajo que no
>>veía desde mi preñez, y ¡zuás!, me lanzó la pregunta. "¿Ya nació tu hijo?
>>¿Y de qué color es?". Me agarró desprevenida, y no supe qué responderle,
>>pero me prometí a mí misma averiguarlo, ya que a tanta gente parece
>>importarle el asunto. Debe ser que es algo vital, y yo de mala madre no he
>>prestado atención a la epidermis de mis críos. Así que ante tanta
>>curiosidad de la gente, me he puesto a detallar los colores de mi hijo. Y
>>resulta que mi bebé es un camaleón. Sí, de verdad. Cambia de colores. A
>>las cinco y media de la mañana, cuando se despierta pidiendo comida, es
>>como rojo. Un rojo furioso y candelero. Después se pone como rosadito, y
>>se ríe anaranjado. A veces pasa el día verde manzana, y me provoca darle
>>mordiscos por todos lados. Cuando lo baño, y chapotea con el agua, se
>>vuelve como plateado, una cosa increíble. Cuando se le cierran los ojitos
>>del sueño, es amarillo pollito y provoca acunarlo y meterlo bajo las dos
>>alas acurrucadito. Finalmente se duerme y, lo juro por Dios,
>>se pone azul. Y brilla en la oscuridad.
>>
>>
>>Ese es mi hijo, multicolor. Sé que va a ser un poco difícil llenarle la
>>planilla del pasaporte, o contestarles a las ex compañeras de colegio
>>cuando pregunten de qué color es mi hijo. Pero eso es lo que hay.
>>Lo juro,
>>Mi hijo es color arcoiris

Laura dijo...

PD: Ese texto que te anexó Fpi, si quieres, te lo mando por correo. Me lo mandaron a raíz de mi protesta silente por lo que considero una "mala pasada del destino" ante la protesta sonora de alguien muy pero muy cercano a mí... por el color de piel de mi novio. Y el resto de la historia, y de quien se trata, si quieres, te lo mando también por correo.

Un abrazo... y resucita, mujer, resucita!!

luzcaraballo dijo...

resucité :)
tb lo mandó por correo. linda historia pero como narradora estoy apuntando para otro lado.
eso también lo podemos conversar por correo. :P