jueves, mayo 18, 2006

Me quiere gobernar

Con el título de este post, cualquier venezolano tiene un nombre en mente. Así es. Así se llama la persona con la que comparto departamento (apartamento). Una loca maravillosa. Un terremoto, un huracán de alegrías y desdichas. Una apasionada de la vida que busca apaciguar sus fuerzas utilizando cuánta técnica exista: desde el canto hasta el yoga. Pero sólo el tiempo ha logrado canalizar un poco su naturaleza hecha de fuego y darle un poco de la serenidad que su padre le quiso regalar en un nombre (su tercer nombre). Vamos camino a tener una linda amistad, pues ya compartimos muchas cosas y a fines de este mes compartiremos incluso el escenario, pues contaré cuentos en una de sus funciones.
(Confesión: buena parte este post es un autoplagio extraído de un correo electrónico escrito por mi a una de mis grandes amigas. Es una nueva visión del reciclaje)

5 comentarios:

Laura dijo...

jajajaja... lindo leerte... de nuevo!!!
Si, te nos habías desaparecido de la blogósfera...
Ando por ahí, pensando que sin la nota al pies del post, pues te quedaba igual de "monona" la nota.
Ah! sí, la palabrita te la dejo para que s ela preguntes a cierto M que te anda cerquita...

Y yo, pues, sigo caminando, a ver cuando te vuelvo a tropezar por ahí!!

Un abrazote gigante!!

Anónimo dijo...

Esa interacción no puede tener otra alternativa que la de generar belleza.

Salud

luzcaraballo dijo...

gracias laura!

falconiano... qué halago tan grande el que está detrás de tus palabras. modestia aparte, creo que tienes razón y me parece que este 29 de mayo, la combinación en escena de su voz maravillosa (www.cristinagalvez.com) y mis historias hará que todos los presentes recuerden la velada como una noche "bella".

Tecnorrante dijo...

Doctorísima, me alegra saber que estás sembrando amistades de las buenas. María Cristina es un nombre excelente por cierto! Puede que me sirva.

Abrazo.

Anónimo dijo...

Nunca pensé que se mudaría con María Cristina. Aunque sospecho que se trata de un seudónimo. También sospecho levemente que todos tenemos nuestra propia Maria Cristina en casa. Aún viviendo solos, porque de pronto nos sorprendemos obligandonos a hacer cosas que no queremos hacer. O sea, gobernandonos, cual si fuesémos nuestra propia María Cristina. Eso es normal.