Ella era un poco mayor que mi hija. Muy, pero muy parecida a mi. Fui a buscarla después de muchos años de abandono. Nunca le envié nada. Ni dinero, ni palabras, ni recuerdos... nada. Ella tenía una herida en la pierna, en la cara interna del muslo derecho. Otra hija, una hija a la que jamás le di nada. Leí algo escrito por ella donde hablaba del abandono de su madre, o sea yo. Decidí llevarla a casa, restablecer el vínculo imponiendo a su vez su presencia a mi hija y a mi marido, que no era su padre. Con mucho miedo a la reacción de ambos. Ella usó la bicicleta de mi otra hija... y perdía el equilibrio. Nadie le dio una bicicleta ni la acompañó para aprender a andar sin rueditas. La mujer que la había cuidado durante todos estos años no me reclamó nada. Parecía haberla cuidado bien... lo mejor que pudo. Su casa estaba sucia. No parecía lamentar la separación.
El sueño me dio mucha angustia. Me costó mucho en la mañana entender que no tengo una hija en otro lado, criada por otras personas. La culpa era tan grande que no lograba quitármela de encima la realidad.
He tenido una vida muy buena. No libre de problemas, pero sí llena de privilegios. Reconozco y agradezco a todos y cada uno de ellos. Y como dice V, "ese reconocimiento tiene que servir para entender que tenemos que hacer más por los demás".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario