"Mis primeras impresiones fueron digitales", como diría Carlitos Núñez de Les Luthiers (con quien tuve oportunidad hace poco de cruzar unas palabras). La verdad es que aún tengo un poco de tinta en los dedos porque hoy, a 9 días de mi llegada, fui a Policía Federal para sacar una constancia de que, hasta hoy, no he cometido ningún crimen en Argentina. Este es uno de los papeles que me piden para poder obtener la visa de trabajo.
En lo legal y en lo cotidiano, este parece ser un país que hace la vida para los extranjeros tan fácil o tan difícil como para cualquiera nacido en este suelo. Tal vez es un juicio apresurado, pero no me siento ni discriminada ni privilegiada. Acá soy quien soy, sin más etiqueta que lo que hago y lo que digo. Sin fama que me preceda, sin prejuicios a favor o en contra.
A la fecha ya he tenido 4 funciones de narración oral, entrevistas exitosas de trabajo, la oportunidad de hablar seguido con mis padres, una familia política preciosa y un compañero casi de sueños que me mira con ojos de amor aún cuando me regaña por mi pequeño caos personal.
Escribiendo esto me dan ganas de llorar porque me maravilla tanta cosa linda pasándome a mi. Agradezco toda la aspereza que tuvo el camino que me trajo hasta acá, pues sólo a través de la comparación con tiempos menos felices puedo medir el tamaño de esta dicha que tengo ahora. Una felicidad infinita como un hoyo negro y luminosa como el sol enceguecedor de mi Barquisimeto natal.
Gracias a todo y a todos, por lo malo y por lo bueno.