Después de darme la bendición me preguntaba siempre lo mismo: que si me ponía una arepita. Si la memoria no me engaña, era totalmente irrelevante la respuesta pues había una arepa en el asador por cada recién llegado. Mi abuela decía que "el que ofrece es porque no quiere dar", y por eso simplemente te ponía en frente el dulce o plato de comida y, las pocas veces que ofrecía, era una mera formalidad en la que no se aceptaban negativas.
Mi abuela ya no está. Ahora soy yo la que se pone su propia arepita, la que da sin ofrecer, la que da la bendición, la que espera ser una vieja que se ría de los problemas y que haga reir a los demás.
Chao, abue. Bendición.
1 comentario:
Mi abue no fue dulce, como son las abuelas.
No fue ni siquiera afectuosa, como me imagino que seré yo, el día que me toque ser tía o abuela.
Mi abuela materna, la que tuve más cercana y que quise más (por ser más afectuosa, figúrate tú!) ofrecía cuando aún tenía "de lo ofrecido" entre las manos... Te ofrecía pancito tostado con la bolsa del pan en la mano y el cuchillo en el mesón.
Pero, precisamente porque mis recuerdos afectuosos con mi abuela son muy peculiares, cuasi inexistentes, tengo a mi abuela como un bastión de integridad y de lucha estóica...
... y más de una vez a la semana me da su bendición librándome de malas cosas, malos bichos y males varios.
Siempre que me acuerdo de ella, sé que algo acaba de hacer por mí.
No sé, creo que ahorita mismo no ha hecho nada, pero tú me la recordaste porque sí... y ella estará aquí, detrás d emi hombro, supongo, diciéndome que sí, que yo también sé que ella me quería mucho, sólo que a su hosca manera de querer.
Un abrazo, poetisa de reflexiones menudas!!
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